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26 de agosto de 2011

Volviendo a la literatura

Me quedan dos capítulos para acabar El club de los muertos. Estoy enganchada a los libros, y no sé si arrepentirme de mi intención de no adelantar a la serie (sobre todo porque esta temporada todavía no acabó y no puedo empezar el siguiente). Se me hacen cortísimos a pesar de las casi 250-300 páginas que tiene cada uno, y de saber ya lo que va a pasar. Me estoy enamorando más de los personajes que ya me gustaban, estoy descubriendo detalles de la historia, partes recortadas en la serie y muchas cosas más que hacen que todavía me gusten más.
Ayer, antes de cerrar el libro y ponerme a dormir, puse algo en twitter sobre lo que quiero profundizar ahora. “Me faltan dos capítulos para acabar El club de los muertos. La televisión me está devolviendo la ilusión que me quitó la carrera. Irónico.

Leo desde que sé leer. Soy habitual de libros y bibliotecas desde que me enseñaron a leer en clase. Recuerdo que desde que dimos las primeras letras, todas las noches, mi padre o mi madre se sentaban un rato conmigo en cama y leíamos entre los dos algún cuento. Fui creciendo, empecé a leerlos yo sola, y cuando era un poco más mayor ya no me acompañaron o eligieron los libros que me llevaba a la cama. Desde que aprendí las primeras letras hasta los 18 años, nunca faltó un libro (a veces dos) antes de dormir, y los días que faltó se hicieron extraños.
Además, empecé a escribir también muy temprano. Para concursos y cosas del colegio… recuerdo que mi primer premio en un concurso literario fue cuando tenía 7 años. A los 12 empecé a escribir todos las noches en serio. Primero escribía durante una hora (no me importaba lo que fuese, mientras supiese expresarme o continuar una historia; recuerdo que compuse una historia y me propuse cada día darle un cambio radical a la actitud de los personajes, para aprender a describir tanto sentimientos positivos, como negativos, como ansiosos, como relajados), y luego me ponía a leer durante casi otra antes de ponerme a dormir.
Desde muy pequeña estuve en contacto con la literatura. Desde muy pequeña formó parte de mi vida diaria, y siempre la amé. Nunca había disfrutado tanto con otra cosa como con la literatura y un buen libro. Recuerdo cuando estaba empezando a leer los libros de Harry Potter (iban todavía publicando por el 3º) y le intentaba explicar a mi padre la sensación de estar enganchada a un libro, de no comer, no dormir, no hacer nada, todo por seguir leyendo. Más tarde tuve esa urgencia pero por escribir, y más de una noche me desperté a las 3 de la mañana y tuve que coger una libreta y volcarlo todo para poder volver a dormir.
Después llegó la música y descubrí que había otra cosa que me hacía disfrutar como la literatura.

Cuando acabé bachillerato y tuve que elegir una carrera, ninguna me llamaba la atención. En realidad, eso es ser benévola: todas me daban un poco de asco. Incluso Filología Hispánica, carrera en la que acabé. Si elegí esa sobre los ciclos que más me llamaban fue, sobre todo, por poder estudiar Literatura. Nunca había pensado en estudiarla en serio, pero dentro de lo que me ofrecían los otros estudios, era lo que más me interesaba. Las salidas laborales (profesora, sobre todo) no me llamaban en absoluto, pero cuando acabase la carrera ya me preocuparía por eso.
Hoy, tres años más tarde, se ha dado todo la vuelta.

Cuando entré en la carrera lo hice con buena voluntad. Me cogí mis libros, además de los libros de clase, y durante unos meses mantuve la costumbre de leer todas las noches. Además, seguí escribiendo. Luego, llegó el momento de leer los libros obligatorios de clase, y descubrir que los odiaba. Intenté leerme el Cid, juro que lo intenté. Intenté leerme una antología de 500 páginas sobre poesía medieval y renacentista. Y llegó el momento de descubrir que la literatura previa a la segunda mitad del siglo XVIII (antes del Romanticismo, diciéndolo claro xD) no es para mí. Me aburre, salvo Quevedo.
Entonces, no era capaz de leerme los libros obligatorios de clase. Pero una obligación moral no me permitía leer otros libros que me gustasen más, teniendo libros obligatorios pendientes. Dejé de leer, por lo tanto.
A partir de… febrero, del primer curso, no leí nada. Durante el verano leería un par de cosas apenas. Durante todo 2º no recuerdo haber leído algo más que teatro. Tenía la asignatura de Comentario de texto teatral, que me gustó bastante, y los libros de teatro me los leí, al igual que los fragmentos de Comentario de texto narrativo, pero porque eran piezas pequeñas. Si me los leía de una tirada, como mucho en dos días, era capaz de leer. Pero no más de tres días, o ya dejaban de interesarme. Por placer, en 2º, leí Réquiem por un campesino español (Ramón J Sender), que me encantó, pero también me lo leí de una tirada.
Hasta mayo de 3º, seguí en esa línea. Pero ni siquiera leí teatro, ni poesía. Para los exámenes finales releí la Celestina, intenté mil veces pasar de la segunda página del Libro de buen amor (Arcipreste de Hita), leí Cárcel de amor (Diego de San Pedro, y, bueno, solo el principio y el final) y la poesía completa de Jorge Manrique. Todo para hacer un examen que me suspendieron cuando estaba bien. Intenté leer los libros para Hispanoamericana, y empecé por María (Jorge Isaacs). Oh, horror, fatal error. Un cuarto de libro y lo dejé porque tanta cursilada me hacía vomitar arcoíris.
Entonces me di cuenta de que la literatura ya no me llamaba. Estaba cansada de leer cosas que no me gustaban, siempre la misma clase de literatura. Me dije que la carrera ya estaba estropeada, y que por lo menos, iba a intentar recuperar la ilusión por la literatura. Uno o dos años más, y tendría mi título. Mientras, iba a disfrutar de ella.
Entonces, volví a leer poco a poco. Intenté diferentes libros, pero los acabé abandonando al poco tiempo. Véase en la barra lateral, Vespera (de Anselm Audley, un libro que llevo años esperando), Drácula (Bram Stoker) y una antología de relatos cortos sobre vampiras. Y True Blood me ha devuelto las ganas de leer.
Me enganché a la serie cuando David todavía tenía parásitos en su casa, es decir, cuando estaba en 1º de carrera. Creo que estaban emitiendo la 2ª temporada, y me puse pronto al día. Entonces, cada semana durante el verano, llega el lunes y descargo el episodio. Y un día, paseando por El baúl de los recuerdos, una de las tiendas donde puedo pasar horas y horas deambulando, me encontré el primer libro de los 10 que forman la saga (están haciendo la serie por el 4º). Lo compré, y cuando llegó el verano, lo devoré. Compré los siguientes, y los estoy devorando poco a poco.
La carrera me había quitado las ganas de leer, de buscar libros, de engancharme a los libros. Pero gracias a True Blood, o a Charlaine Harris o a Alan Ball (no lo sé muy bien; aunque sí sé que Aleksander Skargard tiene buena parte de la culpa), vuelvo a leer todas las noches. Esta noche posiblemente acabe El Club de los muertos, y me tengo-autoprohibido leer el siguiente antes de que acabe la temporada (digamos un mes más o menos, van por el 8, serán 12 o 13 capítulos, a uno por semana), pero ya estoy pensando en qué otra cosa leer mientras no puedo meterme con Muerto para el mundo. David por mi cumpleaños me regaló uno de los tomo-tochos de The Walking Dead. En este caso, me prohibí ver la serie antes de leerme el libro, y con la segunda temporada al caer, creo que puede ser hora de ponerme con él.

Vampiros y zombies, una manera de disfrutar que mis profesores no llegarán nunca a entender. Y de lo que me voy a aprovechar para en un futuro, ser doctora en literatura comparada. Lo dejo caer.

A lo mejor pasado mañana hay otra entrada sobre vampiros y Charlaine Harris, porque creo que de esta noche no pasa. Ya veremos con qué me meto después.

1 comentario:

Isi G. dijo...

Nanah (te acuerdas de ella en el foro?) dice que toda materia es bonita e interesante hasta que te obligan a estudiarla. Creo que tiene razón xDD

Un beso y ánimo con la literatura, mujer^^