Photobucket

15 de abril de 2011

Ay, Spotify...

Hace unas semanas me di cuenta de que hacía mucho que no me ponía a bajar música. Formateé el ordenador en septiembre de 2010, y mi carpeta de música ocupa unos 7gb, de los cuales unos 5 tranquilamente ya estaban descargados antes de formatear. Hace meses que no me ponía bajar música, a buscar blogs con discos, a buscar discografías… porque tuve la suerte de encontrar a un amigo con una cuenta de Spotify Premium y me pasó una invitación.
Casi por arte de magia, y solo a cambio de tener que soportar un anuncio cada más o menos cinco canciones, tenía a mi alcance (casi) toda la música que quisiera escuchar (faltaban Metallica o Rammstein, por ejemplo, pero estaba muy completo). Pasé mis tardes creando mis listas de reproducción, explorando las listas de otras personas… hasta crearme una biblioteca un poco ajustada, pero suficiente.
Estaba bastante encantada, salvo el detalle de la publicidad poco seleccionada. Cualquier aplicación que pueda calcular correspondencias (que le llamamos en Lingüística computacional xD) se va a dar cuenta de que solamente escucho metal y derivados. No escucho Melendi, es muy poco probable que me guste Mabu, o el disco de EuropaFM. Jode que me interrumpiesen metal con anuncios que no me interesan cuando quizás le podrían sacar más rendimiento eligiendo anuncios que sí, como conciertos, revistas de metal, discos nuevos… ahora que estoy dentro del mundo de la “prensa” veo que hay muchas cosas que apenas se llegan a anunciar y a las que se les podría sacar mucho provecho. Last Tour Internacional (discográfica que va a sacar ahora el nuevo disco de Sôber) tiene pasta suficiente como para emitir anuncios por Spotify, y anda que no nos iba a motivar escuchar anuncios sobre él. Por poner un ejemplo, ya que estoy con la canción de Umbilical de fondo, y lleva un rato así xD
Salvo quizás eso, el programa estaba muy bien. Me jodía bastante, también, por ejemplo, que no hubiese listas de reproducción ya creadas a mano, como con otros programas (Pandora tenía listas creadas por “expertos” que estaban muy a mano y muy bien construidas, incluso el reproductor de videoclips de Yahoo en su momento también las tenía). Pero son detalles.

Y todo esto está escrito en pasado aposta. Porque creo que se acabó Spotify para mí. Como a estas alturas ya todos sabemos, las cuentas gratuitas (que suponen beneficios igualmente para la empresa, a mí no me cuesta dinero pero ellos sí lo reciben) pasan a ser algo peor que un churro reseso. Según su blog ahora solamente tendré 10 horas de música mensuales para escuchar (escucho cerca de 3 cada noche…) y no podré escuchar más de 5 veces una canción. Todo aderezado con inspiradores momentos remix-anuncio, “hola, soy Spotify” y demás lindezas. No me interesa. Soy de costumbres fijas, quiero mis canciones y mi música, no quiero tener esas limitaciones.
Podría pagar una cuenta Premium, quizás, sí. Son 5€. Pero con 10€ como y me pago el transporte a la universidad durante una semana. Si se hubiese mantenido la cuenta gratuita tal cual este verano, para poder irme de vacaciones con música en el móvil, iba a pillarme una cuenta Premium. Un mes, Spotify en el móvil, me compensaba.
Pero me pasó con Msn cuando me obligó a actualizar, y estoy temiendo el momento de instalar Mozilla 4, que no me gusta nada. No me gusta que me obliguen a hacer las cosas. Estaba bien así, déjalo así. Si quiero cambiar, ya lo haré yo. Pero no me obligues a hacerlo porque me reboto, me enfado durante horas, no se puede razonar conmigo, y luego acabo odiándote. Siendo una empresa de la que soy cliente y quien les da beneficios, no me parece muy inteligente hacerlo. Pero ellos sabrán.
Si Spotify me manda cambiar mi manera de usar el programa, o prácticamente me obliga a pagar para poder seguir usándolo, desinstalo y le petan to’ lo verde.

He escuchado comentarios sobre que hablábamos hace unos meses de que pagaríamos por usar programas de streaming, como música o cine, pero ahora que Spotify se hace de pago, nadie quiere pagar.
Lo primero, Netflix no nos iba a poner la miel en los labios y luego cerrarnos el grifo. O por lo menos no es la idea que tengo de cómo funciona. Si pagas, ves, si no pagas, no ves. Y cuando quiera ver, pagaré. Si me dan un año de películas gratis y luego me obligan a pagar, no lo voy a hacer. Voy a pasar del servicio.
Desinstalaré Spotify no porque haya que pagar, sino por obligarme a pagar después de haberlo tenido gratis. Si desde un principio fuese de pago quizás lo hubiera hecho, o si me ofreciesen algo más interesante que lo que estaban ofreciendo antes. Pero obligarme a hacerme Premium o escuchar un máximo de 5 veces una canción me parece un robo.
Lo segundo, yo creo que hay una diferencia importante de la que todavía nadie, o casi nadie, se ha dado cuenta, y que lleva estando presente en todo el problema de la piratería, internet, descargas y demás desde el primer momento. Hay dos puntos que se están mezclando:
1.El artista/cantante/Alejandro Sanz y SGAE cobra
2.Yo pago

Son cosas diferentes. De la misma manera que yo puedo pagar y ellos no recibir nada (el top manta, por ejemplo) yo puedo no pagar y ellos cobrar. Porque para eso estaba la publicidad.
Alguien paga al programa para poner sus anuncios. Yo escucho los anuncios. El programa paga a las discográficas, entidades de gestión, quien sea, a la gente que yo escucho. Yo no doy dinero, pero ellos cobran. Y si el programa no funciona así que alguien me explique por qué estuve meses tragándome el anuncio repetitivo de Melendi, o aguantando la voz de la de Mabu. Las cuentas Premium no escuchan anuncios porque ya pagan directamente. Yo tengo una cuenta gratuita (además de invitada por un usuario Premium) y me financio la cuenta escuchando publicidad. La tele también funciona así.
Pero parece que hay gente a la que eso no le importa, lo que quieren es que los usuarios paguen. No hay vías de financiación alternativas, yo tengo que pagar y tengo que joderme. No tengo otra posibilidad. Parece a veces que lo importante es que yo pague, no que ellos reciban el dinero de su trabajo. Que yo lo obtenga gratis (oh, el malísimo y terrible internet del “todo gratis!!”) no significa que quien toca no reciba su dinero. Y creo que es más importante lo segundo que lo primero. Si puedo tenerlo gratis (o a cambio de publicidad, ciertas limitaciones –razonables, no lo que Spotify acaba de poner- o lo que sea) y ellos estar pagados, por qué voy a tener que pagar también por eso? Pago por autobuses, por piso, por luz, por agua, por las clases, por la comida, por la lana, por los ganchillos, por el fieltro, por las agujas… quizás no me llegue para todo.
Ya dijimos cuando salió la Ley Sinde… seguiremos escuchando música, nos corten lo que nos corten. En este caso ¿que me quitan Spotify? Pues vuelvo a descargar.
Y no se me puede decir que sea un usuario que va escuchando música gratis. Yo pago mis deudas con los grupos que me gustan yendo a los conciertos y pagándoles a ellos, no a una discográfica con el disco. Ahora que estoy en The Drink Tim les hago publicidad además.
Y gente que se lo merece, también le compro los discos, ahora que más o menos tengo trabajo y puedo “permitírmelo” (ajustando las cuentas puedo hacerlo). Tengo un pedido de Victory Records que debe estar a medio camino entre EEUU y España con el nuevo disco, y así que me haya recuperado un poco de ese paquete, va a caer Superbia.
Pero hay gente a la que no puedo pagar directamente, o todavía no he podido. Pero quiero escucharlos, y más o menos legalmente, o más o menos moralmente para alguna gente, voy a hacerlo.

Voy a acabar de copiar las listas de reproducción de Spotify para volver a reunirlas una vez descargadas y a desinstalarlo. Fue bonito mientras duró.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy pero que muy bueno tu post. Felicidades.
Supongo que a partir de ahora escucharé la música el Rockolafm :(
Un saludo. @superkarmen

Isi G. dijo...

Muy bien dicho, señorita, sí :)

Un besazo y a descargar hasta que arda el trasto, ya pagaremos nuestra parte legal cuando podamos. Creo que a veces se olvidan que la mayoría de los consumidores de música (en Spotify, por ejemplo) somos jóvenes y no tenemos una gran libertad económica...