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9 de marzo de 2011

Mis carnavales.

Tras unos días festivos, estoy de vuelta en el piso con mi portátil para hacer un resumen de lo que fueron los carnavales.

Empezamos preciosos el fin de semana. Por las cosas que se organizan para Noitenova esta edición hay un cursillo de fotografía centrada en el tratamiento digital. Es la segunda parte del cursillo que se hizo en la anterior, hace unos meses, más centrado en cómo sacar una fotografía, encuadre y la propia cámara. Me apunté porque el chico que imparte los cursos (un tío que controla un montón xD) dijo que intentaría hacer la segunda parte, centrada en el manejo de Photoshop y la edición de la foto. Lo básico de Photoshop lo sé, llevo manejándolo desde 4º de ESO sin hacer más que una pequeña introducción en el instituto, a base de probar y probar y muchos tutoriales. Pero desde que tengo la réflex veo que me quedo corta. No sé revelar bien los RAW, la mayor parte de las cosas que quiero corregir no sé cómo hacerlo, tengo mil dudas a la hora de “cerrar” la corrección de una foto y, sobre todo, con el objetivo tan limitado que tengo, si voy a meterme en conciertos, cómo hacer desaparecer el ruido. Con una diafragma que solo abre hasta 5.6 (a veces hasta 5; no sé cómo, al aire libre en modo automático llegó a abrir hasta 4) en un concierto voy a necesitar una ISO bastante baja, y no quiero que se me estropeen las fotos solamente por el ruido.
El curso empezó la semana pasada. Semana que bajé a casa para poder quedarme este fin de semana en Coruña, así que tuve que faltar. Este viernes fuimos David y yo al curso. Se imparte en el Fórum, en la biblioteca. Es decir, ordenadores públicos. Es decir, una elección incoherente de solamente poder instalar en ellos (no sé si nos dejan instalar, la verdad) programas de software libre y gratuitos, sobre un sistema operativo tan privativo como es Windows Xp. Por lo tanto, así como llegamos, ya se nos dijo que íbamos a empezar ese día a manejar el Gimp. Se ve que los días anteriores habían estado hablando otra vez de composición de imágenes.
Ehm. Gimp no es lo mismo que Photoshop. El que imparte el curso intentó arreglarlo diciendo “es casi lo mismo, cambian de sitio unas pocas cosas, pero es casi lo mismo; solamente, cuando manejemos muchas capas, veremos que se puede colgar el programa o ir más lento, pero no es tan diferente”. Juro que puse la cara del “Mentira…” de Cuanto Cabrón. No es lo mismo. Y odio Gimp. Levo años odiándolo. No lo entiendo. No me gusta. No le encuentro sentido, me resulta incómodo, estúpido y por momentos idiota. Lo odio. Quería que me enseñase a manejar el photoshop, no un programa al que le he declarado la guerra tras intentar manejarlo diferentes veces en momentos muy diferentes y el resultado ser desesperación siempre.
El trabajo del día fue colorear a base de selecciones y capas nuevas una foto en blanco y negro. Lo mismo que mi primera clase de Photoshop 7.5 pero dándole más vueltas para crear capas nuevas.
Y yo me pregunto hasta dónde llegaremos con el tratamiento de fotos. No creo que lleguemos a la reducción de ruido, por ejemplo, o si habrá algún programa decente que sea libre para hacerlo. Lo dudo. Nos quedan 3 sesiones, a lo mejor llegamos a las curvas o a experimentar los filtros. No sé, tengo ya pocas esperanzas. Salí bastante cabreada, la verdad.

Al día siguiente, sábado, ya carnavales, salimos. Me traje el disfraz de troglodita que me hicieron para la comparsa cuando tendría unos 13 años o así, y se desmoronó la teoría de que paré de crecer a los 12. Unos pocos centímetros sí crecí, o no recordaba la falda tan corta.
No fue una noche agradable. No voy a mentir, y tal y como estoy ahora, me importa bastante poco quien pueda llegar a leer esto. Fue una noche tirando a aburrida, aguantando a gente que no tendría que aguantar. A gente que, si dependiese de mí, desterraría del planeta y si resulta que en el espacio no hay oxígeno, se siente, hubieras evolucionado a unas súperbranquias o algo. Sobre todo gente que creí que no tendría que soportar pero que se acabaron acoplando bastante antes de lo que se esperaba.
Fuimos primero a un bar/pub que hay al lado de uno de mis locales favoritos. La cara del “mentira…” de Cuanto Cabrón sería la misma, pero diciendo “Tan cerca…”. Tras estar sentados un rato por allí fuimos hasta el Orzán. Todo esto con muchos borrachos alrededor observando lo cortas que me iban las faldas. Por primera vez en mucho tiempo me sentí acosada por ojos, es una sensación rara. Pensar “pero mira cuánta zorra disfrazada de X sexy, ¿por qué me miras a mí?” y no callarse porque la gente tiende a sentirse ofendida. Sobre todo las que van de loquesea sexy. Que no lo pongo en otra entrada porque se juntan muchas para un solo día, pero el nombre de ese disfraz está mal. No vas de Caperucita sexy. Vas de puta vestida de Caperucita. Pero ése es otro tema.
Fuimos hasta el Orzán y cenamos en un sitio raro pegado al Hangar (cuándo crío en la entrada del Hangar –siguiendo con los meses-, mother of God). Resulta que estaba toda la comida buena, y nos dieron las 3. Las dos chicas con las que íbamos se fueron derrotadas a sus casas y David y yo habíamos quedado en llamar a otra chica para encontrarnos. Llamamos y no contestó. Así que volvimos al local este de mis favoritos, que habíamos estado al lado hacía un rato, a esperar a ver si luego cogía. Ahí pasó lo único divertido de la noche.
David se fue a cenar fuera, y yo agarré una banqueta y le esperé dentro, con los abrigos y el bolso. En esos dos minutos en los que me quedé sola, me intentaron entrar dos tíos diferentes. Hace mucho, mucho, que no me intentaba entrar un tío, para más, dos. El primero supongo que podría haber visto un perchero e intentar entrarle igual. El mítico borracho que no se tiene en pie y piensa que porque haya una chica sola ya ha ligado. Y luego, otro que solamente iba contentillo y más que entrarme hizo algo raro. Él iba cantando algo que estaba sonando, no me acuerdo qué era, se acercó, me tendió la mano como para chocarla, y cuando se la di (aprendí que así se van antes, no tienen nada por lo que quedarse a protestar) me la agarró y me dio un beso en ella.
Y todo esto, David en la puerta, que es totalmente de cristal, y no vio nada. Se dio la vuelta justo cuando el último se iba yendo y vio cómo yo me reía. No se enteró de nada hasta que se lo conté.
Momentos después intentaban partirle la cara al borracho que intentó entrarme de primero. Lo echaron porque le iban a dar la gran paliza xD No sé qué le habrá hecho al tío que le quería arrear, pero le tenía ganas.
Y como la otra chica con la que habíamos quedado seguía sin contestar, nos fuimos para el piso.

El día siguiente, domingo, por la mañana, me llegó un mensaje “En unas horas serás de Yoigo”. Me tocaba ir a recoger el nuevo móvil y la nueva tarjeta. Iría el lunes por la mañana. Fuimos a casa de David a comer y pasamos el día de vagancia. Como si fuese un milagro, quiso ver Brokeback Mountain. Llevo insistiéndole en que tiene que verla desde antes de que me viciase a ver series y películas… y nunca quería. Y ese día dijo que quería verla. Y yo le dije que iba a llorar como una tonta.
Se me hizo raro volver a ver la película después de tantos años. Podría pasarme una entrada entera hablando de ella, así que a lo mejor toca para otro momento. No lloré tanto como hubiera llorado si estuviera sola, pero cuando [spoiler] Ennis va a hablar con los padres de Jack y le dicen que siempre hablaba de él, aunque últimamente hablaba de otro tío; y sobre todo cuando sube a su habitación y se encuentra las camisas [/spoiler] todavía no puedo aguantarme. Esa película todavía me puede. No quiero recordar la llorera de la segunda vez que la vi en el cine; la primera vez no porque me pilló por sorpresa y no sabía muy bien cómo reaccionar y estuve en shock cerca de tres días (y esto que Heath todavía vivía).
Ni que decir que la noche del domingo al lunes la soñé enterita con la película. No tanto con los personajes como con la interpretación y análisis de la película en sí, como historia. Estoy desarrollando una especie de obsesión con la literatura comparada que me da miedo.
Tras ver la película hicimos filloas, que ya pondré por aquí las fotos y la receta cuando tenga un poco de tiempo.
El lunes por la mañana, mientras David quedaba haciendo la comida, yo bajé a Coruña. Iba a tiro fijo a los chinos a los que les compraba la lana (en pasado, estoy empezando a cobrar por la biblioteca y voy a empezar a comprar lana de verdad xD) a por unas alas de ángel negras que les había visto hacía unas semanas, para salir esa noche. No les quedaban. Tenían blancas en muchos tamaños y unas rojas, pero nada de negro. Fui a otros, solo blancas. Fui a otros, solo blancas. Y tras recorrerme todos los chinos que quedan cerca de mi piso, por eso de “por si acaso” me pasé por unos a los que no voy nunca porque quedan un poco a desmano. Sí tenían en negro. No tan grandes como me hubieran gustado, pero estaban en buenas condiciones para ser plumas. Además, encontré una imitación de collar de pinchos con pulsera a juego que me llevé porque realmente estaban chulas.
Fui a The Phone House a por mi móvil. Esperé una cola interminable y me dieron mi móvil. Sin problemas, sin cosas raras. Sospechoso. El móvil (Sony Ericssion Xperia X10 Mini Pro) precioso, y para ser táctil, nos llevamos bien.
Inocente, inocente.
Empecé a escribir esta entrada hace un buen rato para no matar gente o acabar chillando como una loca. El móvil no tiene puto sentido. No funcionan cosas que deberían funcionar, no tiene manual de instrucciones, tiene una “guía del usuario” que me remite a cosas que el móvil no tiene; el market de android, para bajarme aplicaciones está idiota y no colabora, gmail se porta como el culo… nada tiene sentido. Básicamente, cuando entro a internet por el navegador, el móvil a veces se queda pillado. Otras veces funciona bien. Pero lo malo viene cuando intento acceder al Market. Intento entrar desde el móvil con la propia aplicación de Market y me da error en el servidor. A nadie más en todo Internet le pasa esto, y lo más parecido que encontré está preguntado por HOYGANs y por canis a los que nadie hizo caso.
Lo básico de Android para sacarle rendimiento es el Market, para conseguir aplicaciones. No me pienso quedar solamente con lo que trae el teléfono, quiero un lector de Open Office y de pdf, un reproductor de música decente, y mientras tenga internet gratis me hablaron de una especie de spotify que estaría genial. Y más cosas.
Parece que no tiene solución, o por lo menos no ninguna que las otras 8 personas a las que consulté (las que tienen el mismo móvil solo dicen “oh, pues qué raro”) tampoco se la encuentran. Así que mañana a cargar con la caja y todo lo del móvil en la mochila de clase para pasarme por The Phone House al salir. Bien, chachi, cómodo.

Mis niveles de mala hostia bajaron por fin. Llevo toda la tarde deseándole morir a la gente, llegué a intentar leerme el mini manual que trae el móvil y acabé tirándolo a la otra punta de la sala, resoplando. También apagué el móvil para que no me diese más la lata y lo dejé en la otra esquina del sofá. Entre eso y un amigurumi que estoy empezando a hacer me calmaron un poco. Porque ahora me toca contar la noche del lunes. Y hacerlo cabreada no estaría bien.

El lunes de noche volvimos a salir. Convencimos a Iris de que se viniese, y nos juntamos unos cuantos. Primera parada, Sham, por supuesto. Agobio de gente total. Yo con las alas que compré por la mañana. Golpes por un lado, borrachos por el otro. Yo aplastada contra una pared sin poder moverme porque entonces me arrancaban las alas. Después de aguantar casi una hora, decidimos salir a algún sitio a cenar. Y yo con las botas militares cutres, que todavía no las tengo muy dominadas, ya me dolían los pies. Con las alas tampoco e llevé una chaqueta, y pese a las 3 camisetas que llevaba por debajo, me iba muriendo de frío. Dijeron de ir a comer algo (estábamos sin cenar) al Flann O’Brien, que tengo muchas ganas de probarlo. No sé cómo los, planes se cambiaron sin que me diese cuenta, para acabar en un bajo en una zona del Orzán que no conozco, que es todo barra, para servirte la comida y acabar en la calle. Mientras esperábamos a la comida, un borracho le bababa la oreja a un par de tías que por la manera en la que hablaban, dejan que le babes lo que quieras a cambio de 40€.
Si como por las noches, desde hace mucho tiempo, me pongo ansiosa. De pensarlo me pongo ansiosa. Cuando salgo, como mucho, me tomo una ración de patatas, que no me pesan y pronto me olvido de que las comí. Pues en la mierda esa de sitio tienen hamburguesas de avestruz, pero no tienen patatas. Tuve que acabar comiéndome un perrito bañado en kétchup. ODIO EL KETCHUP. Es algo que va mano a mano con el Gimp. Pues la señora no se quedó contenta con embadurnarlo por arriba, sino que todo el pan era una piscina de kétchup. Me dijo David que probablemente hubiera mojado la salchicha en un bote y luego la hubiera metido en el pan. Resultado: sabor odioso a tomate raro en la boca toda noche, una clavada por un pan frío y una salchicha de mierda untada en mierda, y la camiseta llena de kétchup. Si ya me había enfadado porque me cambiaran sin avisar un sitio como el Flann O’Brien por ese tugurio grasiento, la mala hostia seguía creciendo.
Luego, no sé por qué, nos metieron por unas calles estrechísimas que después de varios días de carnaval intenso olían a alcohol que tiraban para atrás, llenas de gente cantando y con música altísima, gente que daba empujones y se enganchaba en las alas… para ir a mear a un bar. A ver. A ver. Si tienes ganas de mear no me lleves por cuatro calles llenas de gente gritando, te conformas con algún pub, que el tiempo de espera delante de la puerta y el que pasamos buscando el sitio iba a ser el mismo o menor; o te metes entre dos coches y te bajas las medias, no hay que ser tan fina.
Luego, fuimos a la calle principal del Orzán. Tuve suerte que no me habló ningún pesado, porque a esas alturas le hubiera arreado o le hubiera insultado gravemente a cualquiera. Me dolía la espalda, los pies, la cabeza empezaba también, y me moría de frío. Pesados, a mí.
Se cogieron un par de bocadillos más en un sitio que no tenían patatas pero tenían cañas de chocolate (una vez me tuve que aguantar con el perrito rebozado en mierda), y sospechosamente, nos quedamos de pie en la puerta del Vintage. Hasta ahí podríamos llegar. No, música mierda y gente bailando, puesta, borracha, sudada, tirándome de las alas, no. Solo podría haber sido peor el Grietax. O el Egeo quizás, que la mayor parte son modernillos y gente que se cree alternativa; y la música no es mala, pero por separado. No sé quién le dijo al chimpacé encargado de poner la música que queda agradable y bonito mezclar The White Stripes con Korn y dejar las canciones a la mitad, por ejemplo.
Mi cabreo no podía ser mayor. Dije que en el Vintage no me dejan entrar por no tener 21 años (la excusa se me acabará pronto :__) y se me quedó cara de asco todo el rato. Iris dijo de irse, David dijo de irse, y obviamente no me negué. Quería irme desde hacía mucho tiempo.
Llegué al piso enfadada, me fui a dormir un poco más relajada, pero todavía enfadada.

Y esta tarde quería hacer amigurumi y actualizar el blog con una entrada que no fuese kilométrica, pero la mala leche que me entró con el cabrón del móvil ya ni una cosa ni la otra.

Así que como se puede ver, los carnavales en general una mierda. Hubieran sido probablemente mejores si hubiera bajado a casa, por lo menos no hubiera pasado frío. Hubiera ganchillado un rato y estaría tranquila.
Salva este fin de semana los ratos tranquila que tuve con David. La aventura de las filloas, la película y los comentarios post-película y esos momentos en los que estuvimos solos. Sin móvil, sin frío, sin golpes, sin borrachos.
No sé si es que me hago mayor, pero cada vez me gusta menos salir. Y con esta van 6 páginas de Word. Disculpas tan kilométricas como esta entrada.

2 comentarios:

Isi G. dijo...

Eso sí, lo relatas de una forma que se hace ameno de leer los 6 folios de cabreo ;)

Un besazo Anxo^^ Y a ver esa receta y los comentarios de la peli (y ese móvil, a ver si funciona :P)

Sandra dijo...

No te acepto las disculpas porque no hay motivo por qué darlas :P

Es necesario desahogarse y tú tenías que hacerlo para no estallar.
Espero que todo mejore y que el móvil no dé más problemas.

Besos!!