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21 de marzo de 2010

Monotonía - Diario 28

Llevo días sin escribir. Porque no tengo de qué escribir, la verdad. Lo más interesante que me estaba pasando era el corto, y creo que se acabó toda la poca literatura que podía aprovechar de él.
Estos últimos días mi vida se limita a ir a clase (a las que las horas de sueño cambiado me dejan asistir), a llegar al piso a las 7 como muy pronto (lunes, martes y jueves salgo de clase a las 6 y media, los miércoles acabo a las 8 y media si el profesor se acuerda de mirar el reloj) con la cabeza a reventar de los putos fluorescentes, los comentarios de texto, la pragmática del texto y el puto análisis morfosintáctico. Eso cuando no tengo Literatura Inglesa impartida en inglés por una profesora que tiene peor inglés que algunos de sus alumnos.
Y cuando llego al piso me dedico a esquivar a mis compañeros de piso. Sí, esos que me lanzan indirectas diciendo que no limpio lo suficientemente bien o los que ya solo me hablan, fingiendo buen rollo, para recordarme que me dejé esto o lo otro por limpiar. Siento decirte, Lc, que la semana pasada la cocina la limpié yo. David me ayudó con lo que yo soy más torpe. Nos centramos especialmente en la campana, que estaba hecha una mierda pese a vuestra gran limpieza. Esta semana te tocó limpiar la cocina a ti. La campana tenía restos de grasa, visibles; no es que se te pudieran pasar.
¿Quién cojones no sabe limpiar en este puto piso?

Y eso, llego al piso, cojo lo que vaya a cenar (apenas suelo cenar unas galletas) y me encierro en mi habitación hasta que me entra el sueño. Con el ordenador en las piernas, pienso, por segunda semana consecutiva que tengo que acabar los 4400 y empezar Lost, y que tengo que grabar todo lo que ya tengo visto para poder liberar espacio en el disco duro (me quedan apenas 3gb, como amo a mi RAM tan potente). También pienso en que tengo que hacer un comentario de texto de un capítulo de Rayuela y que no sé por dónde empezar, porque no es comentario formal tipo “estructura, tiempo, espacio, personajes”, para entendernos. Es más simbólico y de contenido y de referencias extratextuales y su puta madre con Rayuela, que ya raya (hago aliteraciones sin querer).
Y con el portátil en las piernas, sentada en mi cama, aprovechando la débil señal que llega a mi habitación, entro en foros para desconectar y no me encuentro más que broncas. Intento desahogar mis problemas más allá de las clases y no encuentro otra cosa que gente (ya no son personas nunca más para mí, si antes ya no lo eran mucho) que se ríe de ellos y me echan la culpa. Que soy una caprichosa, que como no soy capaz de aceptar mis fracasos le echo la culpa a los que están a mi alrededor e intento huir. Que soy una salvaje, una borde, una extremista, una incivilizada, blablablá.
Me queda y me consuela algo que tengo y que ellos jamás tendrán o entenderán: esos abrazos y besos bajo las sábanas, que no se acaban, y entre risas y entre lágrimas; con una ternura que no serán capaces de dar ni de apreciar, ni mucho menos, de merecer. No como sigan rodeándose y haciéndole caso a esa panda de zorras que juegan a dos, tres y cuatro bandas y siguen buscando más. No mientras no aspiren más que a un simple polvo de una noche, no importa cuándo, con quién y dónde. No mientras sigan comportándose así, riéndose de que otra gente (más personas que ellos) diga que soy más madura que ellos, cuando lo que faltan en su casa son espejos.

Ya todo esto dejó de importarme. Yo tengo mis abrazos, tengo mi cariño, tengo mis sábanas calentitas esperándome. Y tengo mis amigos ahí fuera, que aunque me conocen me quieren y me aprecian. Y ellos son los que cuentan.

2 comentarios:

Isi G. dijo...

Ya mismo es verano, ánimo^^

Besotes guapa!!!!! =D

Bruno dijo...

Vamos Anxo, tu pots!