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20 de septiembre de 2009

Un lobo a un perro

Voy a hablar brevemente de cuán dulce es la libertad.

Un lobo consumido por el hambre se encontró casualmente con un perro bien alimentado; después, tras saludarse entre sí cuando se pararon, dijo el lobo:
-Dime, ¿de dónde te viene ese esplendor o con qué alimento has conseguido un cuerpo tan lozano? Yo, que soy mucho más fuerte, me muero de hambre.
El perro le respondió con franqueza:
-Tendrás la misma fortuna si puedes prestar a mi amo un servicio semejante.
-¿Cuál? -dijo el lobo.
-Guardar su puerta y proteger la casa de los ladrones durante la noche; me dan pan sin pedirlo; el amo me da los huesos de su mesa; los criados me arrojan las sobras y algunos el guisado que no les gusta. Así lleno mi vientre sin esfuerzo.
-Pues ya estoy preparado; ahora padezco las nieves y las lluvias en los bosques, arrastrando una vida dura. ¡Cuánto más fácil es para mí vivir bajo techo y saciarme en la ociosidad con un alimento abundante!
-Entonces ven conmigo.
Mientras caminan, el lobo observa el cuello del perro, pelado por una cadena.
-Amigo, ¿cómo te has hecho eso?
-No es nada.
-De todos modos, dímelo, por favor.
-Como les parezco muy inquieto, me atan durante el día, para que descanse mientras hay luz y vigile cuando llega la noche: al atardecer me desatan y deambulo por donde quiero.
-Veamos, ¿si te apetece marcharte, puedes hacerlo?
-No, desde luego.
-Disfruta lo que alabas, perro; no quiero ser rey, si carezco de libertad.


Fedro III 7

1 comentario:

Isi G. dijo...

Muy sabia reflexión ;)

Besotes^^