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18 de diciembre de 2012

Un final

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Son las 8 y media de la mañana, y hoy me levanté a las 5. Duele, pero no mucho, porque hoy, espero, acabo la carrera. A las 12 tengo el último examen de todos, un examen-putada para cubrir créditos de libre configuración, de una asignatura del primer ciclo, pero una asignatura y un examen después de todo.
Cuando bajé de cama, dormidísima, le dije a mi padre “mañana voy a dormir todo lo que quiera, no voy a poder despertador”. No lo decía solamente porque eran las 5 y cuarto de la mañana, sino porque no recuerdo la última vez que no me puse un despertador. Acabase estudiando o no, me despertaba a las 10, me levantaba a las 10 y poco y hacía que la mañana fuese productiva. O estudiar, o ir metiéndole mano a mi habitación en la remodelación... lo que fuese.
Ya empecé con esa dinámica durante el verano. Enlacé despertarme para las clases con despertarme para aprovechar las mañanas, y realmente ya no sé cuál fue la última vez que me fui a dormir sin poner despertador.

Pero en unas horas se acaba. En unas horas haré el examen de Hermenéutica, saldré muerta de hambre para comer, llegaré a casa a media tarde, y seré libre. Desde mayo que no me relajo en el tema de los exámenes. Quiero sentarme una tarde entera a tejer sin el cargo de conciencia de “tengo cosas que estudiar”. Y esta semana tengo que tejer mucho, que tengo varios encargos pedidos y con fecha de entrega próxima.

Me parece mentira que se acabe. Ha pasado todo muy rápido, pero a la vez muy lento. En estos cuatro años (y unos meses) han pasado muchas cosas buenas, algunas peores y otras un poco mejores. Ahora soy capaz de recordar solamente las peores, pero espero que con los años, cuando esté menos quemada, pueda recordar también las buenas.
Voy a hacer el examen sola, porque soy la única matriculada en la asignatura. La última matriculada de la historia de esa asignatura. Me gustaría decir que voy a dejar el listón alto, pero como viene siendo habitual, no sé si lo conseguiré. No sé si lo que sé está bien sabido, o si sé lo que tengo que saber. Y probablemente (aunque espero que no) me caiga otro 5 por pena, por ser la última asignatura, por dejarme terminar ya. Porque a los Licenciados ya no nos quieren y nos están echando a patadas del sistema educativo.
Hacer este examen sola me parece un final bastante.... representativo, simbólico de lo que ha sido mi carrera. Nadie me ha marcado, ni compañeros ni profesores. No he hecho amigos para toda la vida. La Facultad no “ha pasado por mí”, como dicen algunos carteles. He pasado por aquí, he cumplido como he podido con lo que se me exigía y cuando está todo listo, me voy. Entré sola, sin conocer a nadie, y me voy sola, con pocas caras conocidas, y los amigos de verdad fuera de la Facultad.
El primer día de carrera, cuando nos hicieron una visita guiada por la Facultad, éramos muchísimos. De esa generación quedamos muy pocos. Algunos abandonaron, otros están fuera, otros terminaron en junio, septiembre... o tienen que volver en junio y septiembre. Además del grupo de 60 y pico personas que éramos el primer día, la Facultad estaba llena, de caras desconocidas. Ahora también está llena de caras nuevas, pero no son mayores. No los miro con ese respeto de “oohh universitarios de último año, esta gente sabe mucho”. Los miro con cara de “críos de Bolonia, extendiendo el instituto hasta los 24 años”.
Durante el verano de 1º volví a la ansiedad. Una ansiedad que tuvo uno de sus picos horas antes de mi primer examen de septiembre, pero que se relajó así como entré en el edificio. Escribí en su día una entrada sobre el cariño que le tenía al edificio. Y es cierto, pero con matices. En este lugar he pasado muchas horas y muchas cosas. Alegrías, decepciones, enfados, alivios, aburrimientos y agobio. He tenido mi primera (pequeña) experiencia laboral, he aprendido a aprender por mí misma, a tratar de manera diferente con la gente... aunque muchas otras cosas pasaron fuera de aquí, el edificio era como un refugio. Huir de los compañeros de piso que he tenido que soportar varios años, refugiarme de la lluvia y el viento, me ha dado de comer cuando yo misma no podía alimentarme... pero esto está dirigido al edificio. No a la gente de dentro. Mucho menos a los seres que habitan la parte de los despachos. Tampoco he tenido lazos con el resto de alumnos. Son las paredes, el techo, la biblioteca, la falta de calefacción y los ruidos apocalípticos inesperados.
Una Facultad que, salvo para trámites burocráticos (desgraciadamente me quedan unos cuantos) no creo que vuelva a pisar. Hay un máster que suena muy bien, pero además de inútil, conozco a los profesores que lo dan; lo que lo hace el doble de inútil. El máster de educación no lo quiero hacer en la UDC, aunque como no cubren todas las plazas, echaré solicitud cuando me quiera matricular. Y aún en ese caso, no se imparte en esta Facultad.

Me voy un rato a la biblioteca a estudiar. Vacía, a estas alturas de año y de la mañana.

PD: En la foto mis gafas nuevas. Con los apuntes de Hermenéutica debajo.

1 comentario:

Isi G. dijo...

¡Mucha suerte! Espero que te salga muy bien todo y puedas mandar a tomar por culo a la gente de la facultad :)

¡Besos!